viernes, 4 de julio de 2014

El "hubiera" sí existe


Alejandro Rozado

Si no hubiese llovido en la noche del 17 al 18 de junio
de 1815 [en Waterloo], el porvenir de Europa
hubiera cambiado.
VÍCTOR HUGO


En cierta ocasión, Carlos Fuentes observó algo interesante sobre las semejanzas entre el juego de ajedrez y la vida misma. Citaba al célebre matemático polaco y gran divulgador de la ciencia, Jacob Bronowsky, quien concebía que “las jugadas que imaginamos mentalmente, para luego descartarlas, son parte del juego tanto como las jugadas que verdaderamente efectuamos”. El novelista mexicano apuntaba su deseo de que todos supiésemos “confortarnos” con dicha idea.

Desde luego que Fuentes se refería a la hechura de sus propias novelas; sin embargo, la reflexión puede ampliarse a otras áreas de la vida –pues la vida misma es concebible metafóricamente como un juego inmenso de posibilidades ajedrecísticas. Aprovechemos, pues, la sugerencia de este importante escritor, afirmando que la vida personal no es simplemente una relatoría de lo que hemos hecho a lo largo del tiempo, sino también todas aquellas opciones que tuvimos como posibles y que, sin embargo, no tomamos -principalmente por falta de claridad o de madurez.

Vista así, nuestra vida no es un mero currículum de hechos sucesivos sino una biografía plena de potencialidades entretejidas: “Yo no soy sólo el comerciante que soy ahora sino también el médico que pude haber sido si hubiese ingresado en la facultad de medicina pero que por sobrecupo fui rechazado”. “Y yo no soy solamente la mujer que experimenta dolor en el coito (dispareunia) sino también soy aquélla, más desinhibida, que podría disfrutar del sexo de no haber sido violada a los 12 años”… O sea, no sólo soy lo que he sido sino también lo que pude ser, pues aún existen guardadas, e intactas, esas variantes de mí mismo que estaban proyectadas para realizarse. Todavía están vigentes en mí las cualidades psicológicas que no desarrollé porque opté por un camino determinado en las bifurcaciones de mi vida. Por tanto, todavía puedo, incluso, regresar al lugar en donde me desvié y retomar psicológicamente otra dirección.

"Retomar psicológicamente". Es decir: no puedo cambiar mi pasado, porque "lo hecho, hecho está", pero sí puedo rescatar mi identidad perdida entre todas aquellas encrucijadas ante las cuales tuve que decidir cierto rumbo.  

La trascendencia socioterapéutica de lo anterior es enorme, pues abre la posibilidad casi instantánea de liberarse de fatalidades asumidas tan pasivamente con frasesitas comúnmente usadas como: "el hubiera no existe". Al desafiar clichés como éste, rescatamos una visión socialmente más rica de nuestro ser: saber que pude haber transitado por otra vida, de haber tenido otra circunstancia o la oportunidad que no se me presentó, mantiene intocadas mis capacidades de ser alguien significativo en la vida. Cierto, lo que pasó, pasó; pero, con Fuentes, nosotros añadiríamos: "también soy todo aquello que no hice pero que pude hacer"... Es decir, yo soy muchos otros yoes con los que también me identifico, soy una fraternidad de yoes relacionados entre sí.

Descubrir nuestros propios "hubieras", y cuestionarlos (dudar de su fatalidad), es de crucial importancia no sólo para la eliminación de culpas y demás trastornos neuróticos instalados desde nuestro pasado, sino también para integrar nuestra personalidad con todos aquellos sueños irrealizados que siguen, por decirlo así, activos potencialmente.

Por ejemplo, Juan puede ser ciertamente ese hombre irresponsable con su propia vida adulta -especialmente desde que se juntó con amistades inadecuadas de la adolescencia; pero Juan también es ese niño brillante y bien intencionado que fue y que prometía grandes logros profesionales para su futuro. Las cualidades de ese niño permanecen perfectamente puras en la vida adulta y desastrosa de Juan; pero para recuperarlas positivamente, Juan tendría que desafiar la idea fatalista de que él no pudo haber sido una mejor persona, porque "los hubieras no existen". ¡Claro que sí existen!, al menos en terapia. 

La psicoterapia de enfoque socio-histórico vislumbra toda esa potencialidad vital que somos y nos ayuda a recuperarla con toda su riqueza.


 

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