sábado, 9 de agosto de 2014

Familia "funcional": una categoría ahistórica


Alejandro Rozado


Todas las familias felices se parecen;
cada familia desdichada lo es a su manera.

LEÓN TOLSTOI


La psicoterapia moderna ha impuesto el concepto de funcionalidad -y por tanto, de disfuncionalidad- como parte de un análisis verdaderamente ahistórico de las familias. Según esto, una familia funcional es aquella que exhibe un patrón de comportamientos y emociones que se ajusta al modelo de familia eficiente, productiva, ciudadana, libre, de mente abierta y bien estructurada, tolerante, respetuosa y con sus objetivos y prioridades claramente establecidos en todos y cada uno de sus miembros. Vamos: que "funciona". Por oposición, obviamente, la familia disfuncional reúne al conjunto de casos familiares que están fuera de dicho patrón.

Sin embargo, dicha conceptualización termina siendo harto chocante a la hora de enfrentar la casuística terapéutica. En realidad, pocas son las familias que "entran" en el esquema de dicha funcionalidad; casi siempre nos encontramos con rasgos divergentes a este modelo en los núcleos familiares. No obstante, esto no parece impedir a esas familias una notable perdurabilidad -incluso estabilidad- a sus vidas. Por poner sólo un ejemplo: las familias en donde prevalecen los lazos de codependencia distan mucho de ajustarse al modelo "funcional"; empero, gozan de una gran capacidad para mantenerse unidas durante mucho tiempo, a grados francamente envidiables para las del tipo "funcional" ideal.

La famosa frase de Tolstoi con que inicia su gran novela, Anna Karenina -y que sirve de epígrafe a este artículo-, describe de otra manera la realidad de las familias: a saber, con los criterios de semejanza para las familias felices y irreductibilidad para las infelices. El punto aquí es que, para el escritor ruso, la desdicha familiar tiene múltiples formas de expresarse y de ser, incluso de funcionar, no sujetas a un modelo por exclusión.

La crítica central que la psicoterapia de enfoque socio-histórico hace del concepto de funcionalidad familiar es que se trata de un dogma moderno al servicio de una idea totalmente ahistórica de lo que son las familias. En efecto, la tan pretendida funcionalidad familiar es una idea subordinada a la modernidad; más específicamente, al modelo familiar de la clase media norteamericana idealizada como ley normativa del comportamiento humano universal. Se trata, entonces, de un concepto ideológico. Pero una terapéutica seria no puede basarse en semejantes nociones.

Porque resulta que la familia ha cambiado continuamente a lo largo de la historia y se ha adaptado a gran diversidad de circunstancias de tiempo y lugar. Así por ejemplo, una familia esquimal bien adaptada a su forma de sobrevivencia y reproducción sería totalmente "disfuncional" en un ámbito neoyorkino o parisiense; y viceversa, una familia urbana probablemente se desquiciaría si quisiese mantener sus mismos criterios de organización y reproducción en circunstancias de nomadismo o emigración.

De modo que podemos afirmar que la funcionalidad de las familias es siempre relativa y nunca absoluta, y que todo depende de su circunstancia histórica que la condiciona ineludiblemente. La pluralidad de tipos de familia (familias divididas por migraciones, por conflictos con la ley, por divorcios; o bien, familias reagrupadas por necesidad económica o por nuevas identidades sexuales) complica todavía más las cosas para los defensores de la familia funcional como estándar o modelo.

Añadamos a lo anterior otra consideración. Nos referimos al desarrollo desigual de las ideas y creencias que tienen los sistemas familiares en general de sí mismos y de su mundo. Supongamos una familia latinoamericana que vive en una ciudad de desarrollo medio: muy probablemente, dicha familia se encuentre en una fase transitoria entre la vida del campo y la vida urbana. Quizá los abuelos sean campesinos emigrados a la ciudad y los padres constituyan la primera generación citadina de la familia, y los hijos, la segunda. En casos como estos, el choque de visiones de lo que debe ser una familia -y cómo funciona- es prácticamente inevitable.

Pero la lucha cultural que se desprende de este fuerte encuentro entre las formas de vida tradicional y las modernas tiene lugar, de distintas maneras, en la mayoría de las unidades familiares de la época actual. A veces, el choque es en el ámbito de las creencias religiosas; a veces, en la forma de organización económica de la familia (la proveeduría, el gasto y el ahorro), y a veces también hay profundas diferencias en los criterios (abiertos o cerrados) respecto de las nuevas ideas o nuevas amistades de las familias.

De modo que el concepto de "funcionalidad" familiar resulta demasiado estrecho y rígido -respecto de la riqueza de formas históricas que adopta la organización familiar- como para normar una terapéutica realista. La psicoterapia de enfoque socio-histórico contempla a las familias como unidades sociales sometidas a continuos cambios históricos, pero también dotadas de un cierto grado de capacidad para reagruparse, adaptarse a los cambios y así sobrevivir. Preferimos sustituir la noción de "familia funcional" (o "disfuncional") por la idea de familia elástica y adaptativa a sus circunstancias cambiantes.  




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