Alejandro Rozado
FRIEDRICH SCHLEGEL
Si en terapia los "hubiera" sí existen (ver en este blog el artículo: http://nuevasocioterapia.blogspot.mx/search/label/El%20%22hubiera%22%20s%C3%AD%20existe), ello significa que algo podemos hacer con nuestro pasado. Pero, ¿qué es, para nuestros propósitos, el pasado?
Para los historiadores modernos, el pasado -como su exclusivo objeto de estudio- no es un cuerpo inerte y pasivo semejante a una piedra en observación, sino que es una entidad viva y en continuo cambio; el pasado es, entonces, un misterio fascinante: el gran relato de nuestras vidas, individuales y colectivas, sujeto a constantes modificaciones. Las diferentes versiones que nos vamos dando de nuestro pasado dependen, desde luego, de los nuevos datos descubiertos que alteran la visión de los hechos históricos; pero también dependen de ciertas transformaciones -digamos, trascendentes- que ocurren en nuestro presente y que nos obligan a revisar toda nuestra historia con nuevos ojos. Esto quiere decir que, con frecuencia, el presente modifica al pasado.
Esto nos precipita hacia una reflexión más atrevida: a saber, que el pasado entonces puede ser visto no como aquello que ya pasó y está perdido "allá atrás" -en alguna dimensión de la realidad exterior-, sino como un conocimiento en continua elaboración presente, organizado en nuestra memoria en forma de narración acerca de nosotros mismos. En otras palabras, el pasado es la versión elaborada aquí y ahora acerca de la vida que hemos tenido; versión que interviene activamente en nuestra cotidianeidad condicionando actitudes y ánimos diversos.
Sin embargo, no se puede operar sobre el pasado cualquier tipo de modificación, sino sólo aquellas que se sustenten en hechos verificables -de lo contrario, la reconstrucción del pasado sería fantasiosa. El pasado es, entonces, una narración imaginaria y creativa de nuestra historia, pero no una fantasía llena de licencias y caprichos.
Pues bien, justamente estas consideraciones son de invaluable utilidad para nuestro enfoque terapéutico porque -me atrevo a decir- la mayoría de los casos clínicos que se atienden en los distintos consultorios de psicoterapia constituyen problemas acerca del relato que los pacientes tienen sobre sí mismos y de su pasado. Se trata de relatos o bien frecuentemente fantasiosos acerca de su vida afectiva, o bien incompletos (por falta de datos verídicos), o bien poco verosímiles. De modo que no es extraño que esas versiones que los pacientes tienen de su pasado a menudo choquen con la realidad que viven y sean fuente principal de terribles desencuentros emocionales, trastornos de conducta y diversas situaciones neuróticas e, incluso, depresivas. Así que modificar el relato que el paciente tiene de su vida, de tal modo que explique con mayor verosimilitud y congruencia las desdichas y aciertos por los que ha cursado a través de los años, sería el meollo propiamente dicho de la psicoterapia de enfoque socio-histórico.
Esta reorganización del relato de los pacientes puede darse de dos maneras diferentes: 1) reestructurando los datos de la historia personal alrededor de una nueva relación entre ellos, gracias a la intervención de algún otro elemento integrador del relato; o bien, 2) "reimprontando" el pasado de los pacientes a través de la consideración de los "hubieras" como situaciones biográficas recuperables.
Pero esto -la reestructuración y la reimprontación- son temas a desarrollar en otro artículo.
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